Decepcionante, ha sido el adjetivo que más he escuchado tras el mensaje presidencial de Ollanta Humala. Pero uno sólo puede decepcionarse cuando espera algo, decepcionarse de algo predecible es como escandalizarse cuando la noche cae al acabar el día. Yo no estoy decepcionado, estoy profundamente angustiado por la ausencia del sentido de la urgencia del Presidente, porque si bien la patria no enfrenta su hora más oscura, sí atraviesa una de sus horas menos fecundas. Si un epíteto merece este mensaje –si es que merece alguno–, sería el de “la eterna oportunidad perdida”.
Cuando un boxeador se encuentra contra las cuerdas –como se encontraba Humala entre un 14% o 10 % de aprobación dependiendo de la encuestadora-, tiende a abrazar a su oponente para ganar aire y escapar del castigo, Humala no abrazó a sus oponentes, por el contrario, se dedicó a enfatizar sus éxitos, tratando de esquivar el castigo, especialmente se empecinó en restregarnos los avances en programas sociales y educación –que son innegables–, pero que no pueden servir para atarantarnos de una lista predecible de logros, que pueden ser defendidos con brevedad y prudencia, pero jamás como para justificar la clamorosa ausencia de liderazgo político para afrontar los retos que tiene la patria en el futuro. Es ahí donde aparece el monstruoso silencio: silencio para explicarnos cómo afrontaremos los agudos problemas de la patria en seguridad ciudadana, crecimiento económico y conflictos sociales. Es como visitar al médico mostrándole exámenes clínicos alarmantes, y que éste le diga: – ánimo, mira que todavía puede usted caminar. Que no se queje cuando lo llenen de golpes, en la esquina del cuadrilátero.
Los programas sociales como Cuna más, Pensión 65, entre otros, en la teoría de las políticas públicas, son necesarios para cerrar brechas de exclusión, pero es una ignorancia monumental creer que a más programas sociales, mayor bienestar para la patria. Por el contrario, cuando un programa social dura demasiado y amplía numerosamente su cobertura (más allá de su meta) es preocupante, pues significa que estamos fracasando como país en acabar con la desigualdad. No debe ser motivo de orgullo que un mandatario sostenga que somos ejemplo mundial de programas sociales, si el norte de un gobierno es defender sus cuidados paliativos, y no en curar las enfermedades, estamos muy graves. Señor Presidente cómo hacemos para que la rueda económica vuelva a marchar, ya ha tenido facultades legislativas y no han funcionado, y ya no sirve de chivo expiatorio el contexto mundial, pues muchos países de la región muestran mejor desempeño que el Perú en ese contexto.
Sobre Arequipa el Presidente sólo hizo dos menciones, una explícita en el tema del gasoducto sur andino, y otra de manera implícita en referencia a Majes Siguas II, ambos temas deben haber sido tratados por los tres últimos gobiernos, con la misma o menor lenidad que éste. Humala ganó en segunda vuelta de manera descomunal en el sur y en Arequipa, pero el sur ha sido tan olvidado por Humala, que cuesta recordar una sola obra o proyecto que eche a andar, el crecimiento del sur ha sido más movido por la inercia que por la acción gubernamental.
Atrás quedaron la menciones ineludibles al más severo conflicto social que ha enfrentado el gobierno de Humala, Tía María, cuando todos los sectores le hemos criticado su falta de liderazgo en este espinoso proyecto, no tuvo mejor idea que guardar silencio, lo cual demuestra que evidentemente este gobierno no está interesado en resolver este entuerto y que ha pateado el problema para quien quiera hacerse cargo de ese muerto ¿ése es el homenaje que merece una tierra que le dio 4 congresistas al oficialismo y casi el 70% de votos en la segunda vuelta?
Atrás quedaron algunos sueños de opio: Sistema Integrado de Transporte para Arequipa, ya sería hora que nos convenzamos que ni va a haber Monorriel –con todo el debate que suscitó–, ni inversión en obras públicas en transporte urbano. Abandonen toda esperanza los que sostienen que el Presidente tiene en sus prioridades a Arequipa, no nos tiene en el radar. Olviden cualquier apoyo para obras de gran envergadura en el corto plazo. Arequipa ha perdido peso político en la escena nacional, y eso merece una seria reflexión, ya que vamos a elegir nuevamente congresistas, necesitamos personas que puedan hacer valer las urgencias de la Región, liderazgo político firme y macizo.
Al Perú no le sobrevienen enfermedades mortales en los próximos años, pero sí oportunidades desperdiciadas, una eterna pesadilla que se repite en nuestra historia republicana, son lugares comunes en el análisis político reciente afirmar que atravesamos una crisis de representatividad y de partidos políticos, con eso poco ganamos, quizá este Congreso –de cual no podemos esperar tampoco mucho–con un nuevo Presidente pueda acelerar reformas políticas necesarias para acabar con la enfermedad: acabar con el voto preferencial, retomar el debate de la bicameralidad, al menos llamar a la urgencia, de lo contrario nos esperan campañas presidenciales y congresales vergonzosas. Salvo mejor parecer.